Serbia se ha caracterizado a lo largo de su historia por haber vivido muchas influencias culturales. Romanos, otomanos o bizantinos dejaron huella en esta tierra eslava. La religión es uno de los rasgos más remarcables que aportaron los conquistadores. El imperio más influyente en ese aspecto fue el bizantino, el legado del cual se mantiene con la Iglesia ortodoxa Serbia y el alfabeto cirílico, aunque éste cada vez es menos utilizado. Es por eso que la abundancia de monasterios construidos en la Edad Media tienen características visibles de la tierra de Constantinopla.
En alguno de ellos se debió fijar el ariete Mateja Kezman cuando hace tres años declaró que una vez retirado, le gustaría "dedicar mayor tiempo a Dios". "Quiero ser monje para poder servir mejor al Señor", señalaba hace tan solo unas temporadas en una entrevista concedida al diario Press de su país.
En ese momento Kezman ya había desaparecido del primer plano futbolístico. Jugaba en el Fenerbahçe turco pero sin ser la piedra angular del equipo. Es por eso que su obsesión por Dios parecía un acto de desesperación para encontrar el camino que le llevara de nuevo a lo que todo killer necesita: el gol.
Jugador que despertó mucha expectación en sus años gloriosos en el PSV -fue Bota de Plata europeo anotando 35 goles en una temporada, récord en la Liga holandesa– su capacidad anotadora se fue diluyendo una vez se fue de Eindhoven. Al Chelsea llegó con el cartel de “hombre gol” pero las lesiones no le permitieron tener la continuidad suficiente. Su discreto papel en un equipo donde Drogba empezaba a asumir el protagonismo en el ataque implicó su salida del club londinense sólo un año después.
Su destino fue el Atlético de Madrid, en el que formó dupla atacante con Fernando Torres. Ese año los colchoneros terminaron décimos y el delantero serbio pasó sin pena ni gloria por el Calderón. Por eso el Atleti se desprendió de él por los euros turcos. Estuvo en el Fenerbahçe para luego pasar por el PSG, el Zenit de San Petersburgo y finalmente el South China de Hong Kong.
A medida que fueron pasando los años, el atacante fue perdiendo confianza en su juego. Su rostro ya no mostraba ese genio y hambre que le caracterizó en sus primeros años. Todo delantero vive del gol y, cuando éste se le resiste se convierte en un problema psicológico importante. Eso, sumado a diversos actos de rebeldía, hundió a un futbolista que un día pudo ser del Barça. Fue en las elecciones que ganó Joan Laporta en 2003, cuando otro candidato, Jordi Majó, tenía un acuerdo con el futbolista serbio y lo ofreció al nuevo presidente. Laporta lo desestimó ya que su objetivo era contratar a un crack mediático, que finalmente fue Ronaldinho.
Una vez finalizada su exótica aventura por tierras asiáticas, Kezman se encuentra entrenando en el club de su ciudad, el Partizan de Belgrado, de donde salió hace once años. De momento sólo se ejercita, sin saberse si se quedará, se irá en busca de otro proyecto o colgará definitivamente las botas. En caso de hacerlo, su intención de ser monje puede volver a tomar fuerza. Toda religión se cobra un mártir y, en este caso, el mundo del fútbol añade otro a su larga lista de víctimas.
Mateja Kezman, un nuevo mártir del gol.
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